Golondrina que volaba donde el aire no existía y el oxigeno sabia a nicotina, cabeza extasiada con lagrimas negras de rimen que corría por una barbilla amoratada, la nombraban puta de lo obscuro, la negrura era su pasarela y los críticos de moda eran hombre de poca monta, en coloridos vehículos de terciopelo.
Era una puta que exigía recompensa por cada hombre que la acercase un poco más a la cuesta, desfiladero donde almas cantan por al fin ser libres, lejos de sus cuerpos hechos de humo y plata.
Su nombre había olvidado, pues jamás en esta vida, existió mujer más trasparente sumergida en el hastió, de papelitos amarillos y pastillas que vendían hombres impíos, donde el brillo del metal vale más que la locura, y nos mantiene aprisionados en este mundo de cordura.
La llamaba hada y ella siempre repetía que la línea en que vivía, lo era todo y no era nada, estar muerta y viva era su filosofía, y cuando las caricias en la cama valían más que el titulo de dama, yo la soñaba y le gritaba, ¡la quiero doña hada!
Pero un día llego a mi casa, y una voz amedrentada me dijo - mírame a la cara, dime que no solo soy tu hermana, tu esposa o tu amada. Hoy me apuñalaron, en el callejón de don Serrano, dame un beso tierno y dime que aun soy un humano, perdona mi pecado y dame al fin tu mano.
Yo la sostenía y entre lágrimas e ira, le dije hoy y cada día, serás en mi memoria una creatura que no fue como todas, te daré un regalo, morir a manos de quien la vida te ha otorgado, le corte la yugular y grite, se libre hija mía, ahora estas del otro lado.
Rodriguéz A.
¿Cuánto vale lo que vale todo y no vale nada?
1 comentarios:
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