La lluvia lubricaba su piel, su bella piel azulada por aquel frio que partía sus labios, un tiritante te amo huía de su boca, su compañero la sujetaba mientras que su mirada hablaba romántica. Aquel momento era perfecto, irreal, soñado… los abrasaba el viento celoso, como intentando separar dos cuerpos fusionados.
Las horas de un reloj en la catedral de enfrente marcaban la ilusión de algún pasado y algún presente, lentas y en close-up las manecillas perdían su valor en un mundo con instantes infinitos. Soltarse no era opción, acariciar los labios de uno con los del otro si lo era, pero decidieron no hacerlo, era el final perfecto, era el final.
Hombres trasparentes con sonrisas furiosas y muecas de fastidio, paseaban por una avenida monótona, una urbe con miles de personas solitarias. Nadie notaba que en la cera yacían dos amantes con ropas rasgadas, sucias y podridas por los años, encima de una cama triste con una historia aún más triste, fabricada de periódico y cartón roído por roedores que lloraban la muerte de la humanidad garabateada en dos personas que al final, no estuvieron solas.
Arian A. R. Alegre
Pintura de:
Edvard Munch
3 comentarios:
:( Qué triste historia, será que la humanidad se está perdiendo del gran viaje que es ser un humano
Una historia bastante conmovedora pobrecitos seguramente eran pobres pero se amaban eso o tenían mucho frio, chaa que bien escribes
Otro otro de estos
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