15 may 2011

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El hombre que cubrió su rostro (1° parte)

Se odiaba, la vida le parecía tan limitada, muros de ladrillos llamados hogar eran la mazmorra más oscura, más cruel, látigo punzante para el masoquista de la redención. Hay bestias que al descubrir que son hombres deciden usar una máscara por 12 meses y así esconder su culpa, esconder al “humano” ¿será que a veces una jaula nos da la libertad? No lo sé, pero veamos como llego hasta aquí nuestro protagonista.

Un año atrás el hombre de esta historia mutilo su “humanidad”, pues enamorarse de su hija y asesinar a la mujer que engendro lo que amo, no es algo que los buenos hagan (eso me han enseñado los cuentos para niños, pero este no es uno de ellos). No era malo, pero el amor nos posee de tal forma que elige nuestro objeto amado y a nosotros mismos.

Pequeña y perversamente indefensa la consumación de esta tan poca común relación entre padre e hija, cometió el pecado de nacer mujer.

–Yo la amante de mi padre, di a luz a quien seguramente me convertirá en su madre y así seré esta vez yo la que susurre a la muerte en su propio terreno, pues mi padre la amara como cuando aun me amaba a mí… ¡me asesinara!

El mundo tiene dos pilares, los que aman y los amados, pero siempre los primeros creen tener el poder de elección, esto los fortalece para soportar el peso de la edificación de su delirio, lamentablemente los amados recurren a otro material para incrementar su resistencia, son el pilar con ayuda, el vulnerable.

–Tendré que matar a la que sin duda deseara competir conmigo, la futura dueña de lo que amo, ¡no lo permitiré! Al asesinarla le demostrare a mi padre-amante, que solo yo podría hacer tan gran sacrificio por él, que solo yo lo merezco y solo él me merece a mí.

Así fue que esta niña-madre expreso ser la más fiel amante, pues ni una parte de ella misma le arrebataría a su amo. ¿Pudiera ser que lo que nos hace humanos no se encuentre en nuestra sangre, pero si en la forma en la que podemos hacer que esta brote y a su vez sea esto lo que nos sane?

–Amo, amado mío, ya nada nos separara, hoy extinguí la luz de una vela que tu encendiste, pero descuida, aun no tenia nombre, solo era un fuego amenazante, me hubiese dañado y a también a ti, se que lo entiendes ya que me amas solo a mí y no tendrás porque preocuparte de nuevo, la sangre de esa hija vive en mi. Mira el rojizo liquido que de mi entre pierna brota, el cuchillo que use en la que me hubiese alejado de mi hombre también lo utilice en mi, ¿te das cuenta? mi principal competencia no era ella, sino el poder que rescindía en mi para dar vida a otra más, jajajaja yo era mi propia rival, pero sonríe, ahora ya no lo soy. Continuara

Arian A. R. Alegre

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora si te aventaste una historia bien fumada, pero es genial, espero la segunda parte

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