6 may 2011

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En memoria de las tres rosas del rio

Al fin, al final, afín o sin fin, la hora llego, era inevitable, la bestia duerme y sus sueños te carcomen por dentro: gritas, lloras y culpas al resto pero es algo tuyo, algo que decidiste ocultar, lo hablas con trivialidad engañándote, fingiendo que las palabras no queman, tú tienes cicatrices de culpabilidad, no quiste hacerlo, no fue tu intención. Las personas mueren porque la vida es torpe y solo basta ponerle el pie, aprovechar su estupidez para cometer una mayor.

Tres mujeres, tres compañeras, tres desconocida, tres conocidas ¿yo les arrebate la vida? No lo sé, sin dunda no fue el rio pues atrás de cada corriente se esconde un motor; no siempre es natural, de hecho el impulso fue solamente una palabra (aquí), ¿me culpo? o ¿no me culpo?, qué más da si ese día comenzó mi vida.

Llanto de fuego de una madre que sin saber quién es el culpable por la muerte de su ángel, te maldice con su imagen, logrando que una y otra noche prefieras que la vida duela más y así redimirte de lo que jamás se podrá olvidar.

Cuatro mundos mutilados, tres familias y mi mente, tres rosas que jamás se marchitaran pues a pesar de no sufrirlas más, doy mi palabra a su recuerdo, de que en este mundo o en el otro que sin duda se conforma de las letras que mis delirios trazan, siempre estarán sino presentes si tatuadas en lo que este aun sujeto siente.
 

(Adriana, Isabel, Andrea)
Arian A. R. Alegre

1 comentarios:

Anónimo dijo...

AHH ORALE!! MIRA QUE COSAS!!

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