
Hasta que un día un hombre considerado sabio dijo —esta niña cual bello rostro es tan perfecto que el hombre es inmundo ante ella, es la epítome de la evolución humana, no existe nombre que la describa como solo puede hacerlo la paz, deseo y amor que sentimos al verla; propongo que en el momento en que la niña pase a ser mujer, los hombres la poseamos para así crear una descendencia igual de perfecta, descendencia hermosa, los hombres asintieron y a lo lejos un anciano dejo caer una lagrima.

Los hombres, las mujeres, los niños, los ansíanos, corrieron desesperados a su encuentro, una persona entre el tumulto gritaba que no resistiría 3 o 4 días mas, que ella seria suya en cuanto la viera. Frenéticas las multitudes al verla, se abalanzaron sobre de ella, se desvistieron, la desvistieron, todo era caos, llanto, dolor y amor, hasta que se escucho un grito tan hermoso y tan terrible que el mundo entero cerró los ojos por un momento, y continuaron poseyéndola.
Tres días después cuando la gente por fin cesó, notaron que solo tocaban, penetraban, observaban un trozo de carne amorfo, la niña fue destrozada, destruida, amada, todos entristecieron—que hemos hecho— decían en sollozos, el anciano que alguna vez dejo caer una lagrima cuando se decreto la violación universal, se acerco a la especie de cuerpo sin forma que aun yacía en el suelo, lo levanto en sus brazos y dijo:
—El mundo jamás será tan hermoso como queremos, mientras sigamos deseando que así lo sea—
Fin
Arian A. R. Alegre
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