¿Por qué ya no sé qué hacer? me dueles y me revives. Tu imagen, tu sombra, la nada que queda después de tu partida, cuando tu presencia es ausente, ojos que soban y arañan, que desprenden lágrimas de fuego que enfrían y arden cómo arena mojada, niña de oro que no posa sus ojos en plata porque no alcanza su nivel.
¡Yo soy de tu nivel!, te dolerá dar la vuelta y mirar perdido lo que no fue hallado, mirar vacío lo que jamás estuvo lleno, monedas sin valor, ojos sin brillo, flores sin aroma, adornaran la tumba que enmarque tu nombre, sin necesidad de que la muerta la complete.
Pero divago, porque no puede doler lo que no se conoce y lo que duele se desea ignorar, palabras sueltas de almas vagas nombran sueños despierto, deseos de dolor a quien dolor provoco, sé que el significado es ingenuo, porque los fantasmas no existen y yo amo a uno de ellos, fantasma seductor con cuerpo vendito de corazones rotos, cuerpo de mujer doblado de entrega sin entregar.
¡Mírame! ¡por favor mírame!, era honesto y fui débil, el débil no pude vivir en sueños, escaleras de caracol infinitas son hechas para ellos, el principio y el fin se hallan en un punto medio donde la tristeza que fue regresa con la misma intensidad con la que dio el primer paso, el débil es débil porque faltabas tu para volverlo fuerte.
Colibrí que miro la flor con ojos húmedos, triste porque no tenía alas para posarse en ella, néctar virgen para esa ave que arrastrada sufrió para conseguir solo un giro de sus pétalos en dirección a él, ahora llora el colibrí, ahora lloro yo, ave rota y hombre que errante viaja por el mundo donde su mundo se extinguió.
Solo observando, Rodríguez A.
Cuando crees observar que el mundo se destruye, es cuando el mundo contempla eufórico que el destruido eres tú.
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