7 mar 2012

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Solo una carta de amor


Para mi querida Adeline.

Para que escribir una carta de amor si los fantasmas que desfilan insomnes en mi habitación me recuerdan a gritos palpables que mi cuerpo material no vale de nada. Compañero etéreo de las brumas de la noche, una sombra que reniega su cobarde origen, un fantasma mas es lo que soy.

            Aquella noche en que la oscuridad me sabía dulce, mientras que la luz de las farolas mortecinas se erguía con orgullo, iluminando monocromo el camino labrado de adoquines en ese famoso parque de la colonia del valle. Mi mente aun ingenua diseñaba cual arquitecto de las letras, las palabras adecuadas que envolviesen el discurso que por costumbre o por falta de originalidad, precede a la entrega del anillo diamantado oculto en su cajita oscura en el fondo de mi bolcillo.

Un par de perros hurgando los desperdicios apilados en busca de un sustento para aquella noche fría, desterró mi estupor por breves segundos solo para dedicarles una sonrisa melindrosa,"hoy hasta el hambre me parece bella"  fue el pensamiento que por un instante desembarazo mi mente de aquel deliberado encuentro que venia planeando semanas atrás. Debí contemplarlos por más tiempo y jamás llegar a aquella puertezuela minimalista, que descuadra con la fachada gótica del palacete en que vives. 

Mis pies a manera de paso corto desfilaban, orgullosos por los peldaños crujientes que anteceden a la entrada de la residencia en que viviría mi peor pesadilla. 

Dude, dude solo por un segundo agitar aquella campañilla que separaba la monótona soltería en que vivía, de los amaneceres que se avecinaban a tu lado ahora con el titulo de marido y mujer. Casi con un insensato alivio suspire al descubrir que aquel caserón se hallaba privado de tu presencia, que en su lugar solo me acompañaba la negrura de la noche más feliz y triste de mi vida.


Quiero que sepas que no te culpo, que no te odio, que el titulo de furcia que se desprendió de mis labios, ceñidos de dolor al divisar aquel espectáculo indigno para ojos infantiles, en que tu y mi hermano hacían el amor enfundados en la magia flagelante de aquellos gemidos animales que se desprendían de tu bella voz, fue por puro impulso, fue por pura rabia, fue por que los trozos cristalinos de un ya frágil corazón nublaron la promesa que antaño yo te hice, (pase lo que pase jamás dejaras de ser mi musa) 

Nunca me perdonare el no haberme marchado de aquella puertezuela, que por descuido o ingenuidad dejaste abierta y la ingrata curiosidad que guio mi mano hasta el pomo que me separaba de un fatídico destino. Maldeciré eternamente a mis pies que hipnotizados caminaron hasta la entrada de tu habitación.

Sabes, yo amaba a mi hermano pero siempre te ame aun más a ti. Cuando corrí a la cocina por el puñal que ahora la policía guarda con recelo, como una de las pruebas que demostraron mi culpabilidad con el cargo de asesinato en primer grado, solo podía pensar en que tu no podías ser de nadie mas.

Ni el infierno mismo será un castigo suficiente para mí, mas soy débil y una vida ataviada de culpabilidad no es algo a lo que me pueda enfrentar.

Cuando recibas esta carta, me abre desecho de mi cuerpo, que es lo único de mi que aun conserva algo de vida, pues mi alma falleció en aquella casona cuando las lagrimas empañaron mi mirada, al contemplar tu rostro aterrorizado mientras abrazabas a la victima de mi infame crimen y le decías, te amo.

Atte. Tu querido André que a pesar de todo siempre fue un buen hombre. 

Arian A. R. Alegre.

2 comentarios:

Arlen dijo...

creo que es lo mejor que haz escrito, es la neta

Mary dijo...

y que fue de la chava????????

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